Thursday, June 23, 2011

Fernando Narváez Soto Toda Una Vida

En Memoria a mi Hermano Fernando (en la Foto: Tulio, Fernando y Jairo. Miami, Agosto de 2009)

Un Cáncer, a cualquier año de edad, produce un dolor y un rechazo insoportable. Hay un momento en la vida de los seres humanos que se vuelve más valiosa y en ese momento, creo yo, hay como una curva creciente en nuestros valores hacia nuestros seres queridos y por la vida humana, y en la cima de toda una vida la familia, nuestros hijos y nietos. Hasta que a Dios, o mejor dicho al absurdo azar, le dio por acabar tanta felicidad y el destino descargó un rayo de ira despiadada sobre la familia feliz. No coincide con la plenitud que debe traer el final de toda una vida.
Su cáncer no se había descubierto porque en el lugar en donde estaba es de difícil diagnóstico, en el conducto hacia el páncreas. Hasta que un día Fernando, estando en su trabajo, sufrió un vomito de sangre. Tenia una hemorragia interna incontenible, ríos de sangre que expulsaba por la boca.
Fernando estaba en las mejores manos, con lumbreras médicas en Estados Unidos, en Miami, pero que no podían hacer nada por Fernando. Lo único que se podía ver era como estaba actuando la droga y cómo la enfermedad evolucionaba lentamente hacia la muerte.
Es aquí donde se descarga toda nuestra impotencia y todo nuestro dolor, sin poder aguantar lo que veíamos. El hermano, el esposo, el padre y abuelo del alma se nos iba esfumando entre nuestras manos sin poder hacer nada por evitarlo, sólo intentando con mil dosis de morfina aliviar al menos su conciencia de la muerte, de la decadencia definitiva del cuerpo y del dolor. Y el dolor que se nos salia de muy adentro, de muy hondo, como del centro de la tierra, con un dolor incontenible que se nos salia por todas partes del cuerpo, con los párpados enrojecidos y con una sonrisa postiza en la cara disimulando el tamaño sin fin de nuestro dolor, en su presencia. Si, así fueron nuestras vivencias el año desde abril hasta un sábado en horas de la mañana del 21 de agosto del 2010 que se nos fue de nuestras manos.
Fernando de vez en cuando se animaba un poco, pero las enfermedades incurables nos devuelven a un estado primitivo de la mente, nos hacen recobrar el pensamiento mágico. Como no comprendemos bien el cáncer ni lo podemos tratar ya en fase 4, según los diagnósticos dado por los galenos y especialistas de Miami, abocamos a las incomprensibles potencias sobrenaturales. Volvemos a tener ideas supersticiosas, nos llenamos de religión: hay un dios salvador? Pregunta que ronda nuestra mente una y otra vez. Que si traemos un chamán o que hay un medium en un pueblo de Colombia, que el doctor de los milagros, que el famoso especialista en los ángeles California, hasta se investiga si en Grecia hay un gurú de la salvación. Solo el destino sabía muy bien lo que estaba pasando y los pronósticos eran un pronto desenlace fatal. A todos los amigos y familiares se nos moría algo por dentro.
El presente y el pasado de la familia se partieron ahí, con la devastadora muerte de Fernando, y el futuro ya no volverá a ser el mismo para mi. Digamos que ya no fue posible para su hermano, volver a ser plenamente feliz, porque en el mismo instante en que en familia nos reunimos y nos miramos, se que ya no estamos completos, y entonces no tengo derecho a estar alegre, porque ya no puede existir la plenitud. Hasta en el límpido cielo de Miami habrá siempre en alguna parte del horizonte, para su hermano Jairo, una nube negra llamada cáncer.
Cumplo plenamente con el deseo de Fernando, como me lo dijo; “publica en el blog de la familia mi partida de este mundo, pasado unos meses”. Yo guardo un sentimiento moral muy elevado para honrar a mi hermano y nunca lograré comprender o aceptar la muerte de un ser querido.
Por qué? nadie ni nada en este mundo me ha dado respuesta... Muchos hablan de explicaciones aceptables de la muerte por enfermedades o por una tragedia, pero nunca he obtenido respuesta. Aún así, mí dolorido sentimiento por la pérdida de un miembro de la familia, lo llevo como una cicatriz y no dejaré de amar y vivir toda la vida, recordando a Fernando.
Jairo Narváez / 2011